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No era un bello Rostro, y Rembrandt no trató nunca, ciertamente, de disimular su fealdad; se contempló con absoluta sinceridad en un espejo; y a esa misma sinceridad se debe el que dejemos de preocuparnos enseguida de la belleza o del aspecto exterior.
Este es el rostro de un verdadero ser humano; no hay el menor rastro de pose ni de vanidad, sino solamente la penetrante mirada de un pintor que escruta sus propias facciones, siempre dispuesto a aprender más y más acerca de los secretos del rostro humano.
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E.H. Grombich
La Historia del Arte
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